Mientras otras danzaban entregadas a Dionisio
las hijas de Minias tramaban cantos.
Soñé un panel de voces que se arrimaban en la noche a mostrar, cada una, un modo de hablar íntimo, personal. Se acercaban y daban presente. Yo entre pasillos acomodaba la mesa: cada pata sobre su tabla, cada tabla sobre su cuaderno y así los cables.
No alcanzaba a oir el corazón de la palabra en cada plexo pero había en el aire un llamado sutil como cascabel o llamador de ángeles: de un panal de voces que se entramaban de común acuerdo surguían lenguas como pies contra pierna, brazo contra pecho, vista contra pelo y así las bocas.
Yo cruzaba los dedos para que un murmullo entre tanto eco mordiera partitura o corriera el tiempo de lugar. Sin embargo, panel o panal, el eco multiplicaría una autoridad suspendida que no podía aplicar un mismo efecto a tantos rostros.
Con el cuerpo entero encandilado, no esperé la novedad de vacías listas. Dije: si gritan aplaudo, si aplauden niego, si resisto quemen barcas y así dejaremos las aulas y así las comunas nos emanciparán.
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