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RED ROBADA SU AP, LUCAS. ES ESA CULPA USADA, BORDER
“No hay tu tía”, digo. Este es el diario íntimo del corredor diario, como un ida y vuelta de perro encerrado, como un palíndromo enredado en la rutina de la postal riocuartense.
“¿Y el tío? ¡En la mismísima vaina!”, me grito: conchabado en el Estado basura, en la privada agrandada o encallado en la calle como mi rastreo diario buscando red.
"¡Ah, qué quejido sordo!" ¿Qué hago? ¿Ver el Mundial, sobar al
gato, “vivir con ella si la amas”, como dijo el poeta? Opcional no retornable,
mis opciones no venían siendo capicúa.
La perfección obsesiva parece esa culpa usada que bordea la toma de conciencia. A los quince creía que era timidez a vencer (“en la fama de barrio no te eches a dormir”, me rezaba). A los veinte, creía que éramos la nada en una veintena de falsas conciencias (“en tu lista estás primero”, me invitaba). A los treinta, creía en otras vías (“mejor que decirlo es hacerlo”, me decía). A los cuarenta, quién iba a creer que la conciencia es conexión, amuleto o apuesta al boleto capicúa del suceder. Pero “hay tu tía”, me digo. Y la veo que viene a barrer el corredor de hojas muertas.
- ¿Para qué barrés, tía?
- Para no demorar al viento.