No es un saludo convocante ¿verdad? Me explico por qué
empecé así. Tuve que abrir mi primer correo electrónico cuando estudiaba el
tercer año de la Universidad. Por entonces Marta me veía como a una joven
promesa entre las promesas de una juventud que promediaría entre consumo
desahuciado y conciencia crítica del consumismo: eran los tiempos en que la
globalización construía servicios para jóvenes, servicios útiles, prácticos,
para inscribirse en la Aldea Global. Yo mandaba así un trabajo a un Congreso de
Literatura: usaba el e-mail como paloma mensajera. Años después una
notificación en el mismo e-mail me avisaba que tenía una cuenta de Facebook a
la que accedí para verme (sin mi consentimiento para mostrarme), en foto viva,
cara a cara con mí mismo.
No era un nuevo servicio "predictivo" de los
intereses que mi perfil de consumo mostraba en la Gran Aldea Global, Hermano,
no. Era algo más familiar pero no menos falso: una broma de amigos para
convencerme de compartir a distancia lo que parecía que no compartíamos al
vernos. Esa distancia y esa presencia "fraguada" ya insinuaban la
lógica de un espacio que promediaríamos en el uso actual de redes sociales:
# entre el novedoso reciclaje de manipulaciones políticas y
las esperanzas narrativas de "los nadie";
# entre el suelo genealógico ampliado y la seducción del
anonimato;
# entre la fácil continuidad de la clase y la simulación de
gustos compartidos.
Con todo, acá estamos bienvenidos, como dice un amigo
portuario, le hicimos un "entre" al plato y ahora retozamos,
bostezando entre amargo y amargo.
Buen provecho
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