- Está bien – dijo – ahora estás en otra cosa. Cuando uno busca tiene que salir y mirar. Según yo, vos tenés un potencial que nosotras vimos, ¡lo vimos! y dijimos “este chico tiene que estar acá” ¿Por qué te lo digo? Igual ya lo sabés: que en tercer año de la carrera hayas puesto todo lo que habíamos estado pensando y probando, y discutiendo en congresos donde nos miraban como si metiéramos las patas en las fuentes de la literatura. Todo eso estaba en tu trabajo y ya habíamos leído un montón de buenas monografías pero había en la tuya una lectura tan clara y convincente del Facundo y Feinmann con los dos demonios que vimos ahí eso que dice Bourdieu, escucháme, Luquitas, que la subversión cognitiva y la subversión política van de la mano. Vos sabés de qué te estoy hablando, no me refiero a escribir lo que pensás de la Universidad, la vida o la Cristina (ni quiero saberlo) sino a la literatura: “ayúdame a mirar” le dice el hijo al padre cuando descubre el mar, cuenta Galeano. Ahí está nuestro lugar - sentenció. Vas a viajar y vas a buscar, claro, acá puede ser asfixiante, ya te digo que mientras yo no me jubile conmigo vas a tener con quien trabajar… desde donde puedas (investigación, tu biblioteca, la docencia), porque acordate de que se empieza con lo que se tiene, no inventamos nada, como dice Macedonio: “las cosas no comienzan cuando se las inventa o el mundo fue creado antiguo”. Pero sí podemos, y es lo último que te digo, podemos cambiar la mirada, podemos habilitar una palabra donde había silencio y soledad. Andá nomás y te deseo lo mejor: palabra de Marta.
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