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¿Este diario
me piensa a mí?
Mis entradas
diarias (a veces, salidas) parecen definir una búsqueda, una silueta, una
“Yemanyá deseada y deseante”. Puede ser que sea, digo y me entusiasmo con el
plan, convoco, profundizo en el asunto.
¡Cuánto de
intención le sobra a una filosofía estoica! Si me veo firme y noble, no me
parezco. Será que hay extensión de lo que voy siendo más allá de este
límite-cuerpo. Ni hablar de lazos-extensiones familiares, de conexión sensual,
misma configuración astral, será. Humildemente el Ser rebasa al sueño del
hombre racional de occidente; pienso y
existimos; el Ser o lo que Sea se expande y contrae sin cuerpo propio que le
calce entero. Sino cómo explicamos o cómo aceptamos vivir la atracción de lo
nuevo, lo inaudito de la muerte, el óleo del amar a mares.
¿Y de
intención cuánto vive una filosofía epicúrea? También me encontré ahí, hay que
decir, sin buscarme. Nadé, comí, fumé mientras leía. Hasta gocé de los
privilegios de un dios lejano a los hombres crédulos.
Cuando el
regocijo se tensa entre fuerzas profundas y abundancias arteras ¿qué propósito
guía al Ser, al Estar aunque sea, errante? Sobran libros, tenemos patria, la
pampa infinita fija el esplendor de un sol que brilla pero sin errar quemamos,
pensamos, trisamos espejos que alimentan Imperio madre.
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