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viernes, 24 de julio de 2020

Vía vía



011

¿La vía o la explicación de la vía?, ¿el viaje o su diario?

Lengua bola le llaman las abuelas a la del bebé en sus primeras semi-vocales. La vía-bola en el diario-bola, sería lo que escribo cuando escribo. Como esa lengua que en los primeros sonidos canta satisfacción o urgente necesidad, sin grises, y un tiempo después canta, de memoria, un remake del abandono; así, como esa lengua se escribe el diario trivial, pero vívido, introspectivo pero cocinando algún tipo de aventura narrable, sin que falte ni sobre aventura narrativa.

Comienzo un canto con la fábula del no-ser-de-la-pampa-auténtico, aunque chato y horizontal crezco. Enseguida me pregunto: ¿cuál es el valor de lo que no me atormenta?, ¿cómo se decide volver o irse? Mis palabras caen en hueco, una laguna brutal y mental. No puedo recuperar dos frases atrás. No puedo cantar las cuarenta. Estiro las líneas como chasqui mojado, estorbo las postales con sonrisa vaga pero no claudico, no me apeno.

Cualquiera diría que al final no aprendo nada. El tránsito por una experiencia es sin viaje de vuelta. Todo comienzo es mi novela por entregas que no alcanza a finalizar temporada. Pruebo iniciar otra y resulta lo mismo con matices diversos: un largo viaje como amauta sin nación detrás, apenas un culto impreciso, un ídolo de plástico o una promesa de reencuentro en cierto festejo lunar.

¿El viaje o un chiste mal explicado? Dirán que como prueba basta un botón de otro auténtico no-ser: si yo fuera de Boca iría a navegar por los lagos de Palermo para empaparme las manos de dios rubio. Y aquí estoy, tan diablo rojo.


martes, 7 de julio de 2020

El cuerpo obrero: no-viral


Mientras otras danzaban entregadas a Dionisio
las hijas de Minias tramaban cantos.
 
Soñé un panel de voces que se arrimaban en la noche a mostrar, cada una, un modo de hablar íntimo, personal. Se acercaban y daban presente. Yo entre pasillos acomodaba la mesa: cada pata sobre su tabla, cada tabla sobre su cuaderno y así los cables. 
No alcanzaba a oir el corazón de la palabra en cada plexo pero había en el aire un llamado sutil como cascabel o llamador de ángeles: de un panal de voces que se entramaban de común acuerdo surguían lenguas como pies contra pierna, brazo contra pecho, vista contra pelo y así las bocas.
Yo cruzaba los dedos para que un murmullo entre tanto eco mordiera partitura o corriera el tiempo de lugar. Sin embargo, panel o panal, el eco multiplicaría una autoridad suspendida que no podía aplicar un mismo efecto a tantos rostros. 
Con el cuerpo entero encandilado, no esperé la novedad de vacías listas. Dije: si gritan aplaudo, si aplauden niego, si resisto quemen barcas y así dejaremos las aulas y así las comunas nos emanciparán.