A Pablo le había inquietado la historia de "Selma", de Jutta Bauer, como a muches de nosotres.
-Yo sacaría el marco pedagógico de la pregunta al viejo
sabio - le aclaré - para quedarme con la historia de la oveja.
La lección era transparente, eso es lo que acordamos. Selma
come pasto, enseña a los niños, hace ejercicio, come más, habla con vecina, duerme.
Cuando le preguntan qué haría con plata ella contesta: comer, enseñar, etc.
A Pablo le conmovía la potencia de la libertad del que sabe
sencillamente vivir como le pide su lugar, dándole a su entorno un valor ético.
Pero además creo que le apasionaba la firmeza del pulso comunitario ante la
invasión del que piensa distinto: como si Selma le mostrara al entrevistador
que la felicidad para algunas puede consistir en no forzar la mirada sobre un
futuro que se pulveriza.
Ahora me pregunto: ¿con qué fin se lanzaría la flecha de la
historia hacia un blanco que se sabe movedizo e ilusorio?
La oveja Selma como visión desde una vereda tomada, lección
para intelectualismos ciegos, podría decir Pablo.