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viernes, 30 de septiembre de 2022

La escalera de madera

 


Rumeo como vaca siamesa lo que Pablo me comenta sobre "Stoner" de John Williams. Le doy mil vueltas a ese libro de bolsillo hasta sacarle pelusa.

Hay una austeridad de recursos, una compañía empática pero informada entre quien narra y el personaje que es, a primera vista, tímida herencia del iceberg de Hemingway: parece que una historia mínima aflora para ocultar lo que la sostiene a flote. La voz que toma el mando sobre la historia de Stoner no da lugar a conjeturas sobre las explicaciones/raíces de los sinsabores del protagonista: la historia oculta o subterránea es la literatura misma, su enigmático poder liberador para algunas vidas y lecturas.

Eso le digo a Pablo, como explicación subacuática: la historia sumergida, que se escucha distorsionada brotando desde el abismo, pronuncia la palabra "clásico", un rumor de fondo, diría Calvino, un rumor que persiste a pesar del ruido.

Cuando termino de deshilvanar mi ruido mental y callo, Pablo está a mi lado, mirando al frente y dice que le importa lo que digo (me inflamo de orgullo docente), pero que la forma de esa novela también le hace acordar a él mismo como padre de un hijo, como conciencia de lo indecible de su silencio. "Como este escalón", insiste, "que compone con dureza la imagen de un acceso al hogar. ¡Y es la misma madera que espera agazapada su momento para mezclarse otra vez con la tierra!".

 

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