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sábado, 24 de abril de 2021

Diario de pandemia

  


¡Ya estamos en 2021!

Cuento esto por carencia, por solidaridad, ¡por gusto! En una línea voy intentando registros de lo posible; en otra, voy registrando mis bajas trascendentales. Yo las vivo así, aunque no fui la selva espesa o el monte llamador, aunque no fui París ni el aguacero.

Llueve firme, es cierto, pero es un tímido aleteo de pichón. No se compara con lluvia recia de un Enero al Sur o en ciudad-luz, no es como para pedir portal entre ruegos.

 

Últimas semanas de enero 2021

Hay otros motivos para sospechar mis abandonos vitales, de ayer a esta parte. Digo “ayer” como inicio acordado, como quien dice “fue una mala época” o “despertamos de 500 años de silencio”, porque medir el tiempo en el ritual del tedio, en el paréntesis entre estar solo o reunirme distante, es como medir las normas que regulan el deseo y la comunalidad.

No pude terminar esta línea ahora (¡ay, Cortázar!), Si se pudiera decir yo vieron subir la luna o nos me duele el fondo de los ojos. Lo dicho escrito está, aunque no me respaldara el escritor.

 

2 de febrero 2021

Hace años, aislado de mi sopor me embanderé en el beso. Busqué en Ley de Capitales que un solo labio individual alcanzara para arrebatar los brazos hacia su reflejo, pecho a pecho: solo encontré mal mirar entre ceja y ceja. Busqué en Estado total de liderazgo que bastara con abrir la boca para sellar el beso común: fingían los carteles, mechaban fieles a capricho y yo me fui a comprar en un mercado de valores negro (a mitad el precio, la calidad reacia).

 

15 de febrero 2021

Pasaron años de búsqueda y pasaron días de escritura (en blanco).

Si pudiera decir la palabra “ahora”, diría que busco en este presente, consagración ritual mediante (lectura de Carta, gimnástica del yogui, visión de planta en tierra) una formación social, callejera incluso, del beso: no es una imagen rúbrica nomás, no es un lugar sexual ni amatorio solamente. Hablo de un beso vecino, de un besar obrero: a cada día y con derecho.

 

8M 2021

Darle tiempo a la sospecha de que entre parises y aguaceros el beso en sí ya está dando frutos: lo vieron en serranía frenando fuego con árbol nuevo, lo llevan a la calle donde duele la ausencia de ellas, incluso yo lo viví saltando paredes de cuarto propio con “hasta acá llegué”, “me invento de nuevo”. Da frutos a puerto de otra agenda menos urgente, más presente.

 

20 de marzo de 2021

Me releo con distancia (días, páginas, calles) y pienso que no lo puedo decir con palabras más simples: para eso está el otro diario con sus titulares a fuego, fotos-montajes y recortes. Ya no podo mi búsqueda como si quisiera cosechar pureza. Solamente dejo que crezca lo que nace mientras haya un lugarcito pa dejarme vivir coleando.

Ahora sí recuerdo lo que no recordaba cuando el tiempo se me había borrado. Entre sensaciones de abandono y lluvias a flor de piel, los besos de la memoria presente me hacen encantamiento. Si se pudiera decir yo vi contar miles de historias… de carencia, solidaridad, de imaginación y de goce, etc.

Si se pudiera decir: “hay una boca de la literatura…” O mejor así: “hay un beso de la literatura” que me hace bailar la sombra.

jueves, 8 de abril de 2021

Diario docente en pandemia


 10 de agosto de 2020

Hace unos días en una reunión caigo en la cuenta de que nos quedamos cortos los docentes cuando creemos que agotamos stock de oportunidades didácticas en ésta, la verdadera vida presente, por más extraña que nos resulte.

Como dice el profeta: amen.

Desde entonces desaté la creatividad para animarme a andar con Otros, separé hojas olvidadas del montón de archivo o preparé juegos donde cada historia puede mezclarse con las demás como si una cura de palabras también fuera abrazarse.

Una propuesta para desempolvar la imaginación es combinar una imagen con una frase (robada de un poema de María Teresa Andruetto, “Trece modos de mirar a un niño”) y escribir un texto nuevo. Las frases son:

- los ojos de un niño;

- como una mujer /sobre la que apoyan sus brazos;

- era la parte pequeña de un cuento;

- un hombre y una mujer y un niño;

 - era la pequeña parte de una pantomima;

- no sé qué elegir.

Las imágenes las puse en una nube, pero no de palabras ni de ideas.

En otro juego, un héroe o heroína a elección (clásico, moderno, chico, adulto, etc.) debía pasar por alguna combinación de “cartas” o estados (las famosas funciones de Propp, Greimas o Istvanch que se presentan en cuentos maravillosos folclóricos):

-alejamiento / regalo / combate / socorro /boda;

- desobediencia /combate / marca / cumplimiento /boda;

Salieron textos muy variados pero con muchas referencias a la ecología y a la violencia de género. Las heroínas la tienen clara.

 

19 de septiembre

Más juegos van llegando que yo no impulsé ni registro así que separo hojas de tapas, armo nuevos cuadernos y pido registrar voces, escribir y describir intensamente para reconocer invenciones. Ya no tengo un Diario como éste sino un muro. Ya no tengo un refugio sino un camino abierto lleno de mensajes yendo y viniendo.

Esto comparteAnael de un juego que dice que hicimos:

*BUSQUEDA DEL TESORO: se trata de una adaptación del juego real que mantiene una pista dictada por un jugador x al que el resto debe responder con emojis intentando adivinar. Ej.:

Jugador x: “en los cuentos maravillosos aparece un animal al que besan”  

Respuestas posibles: (sapo)

 

02 de octubre de 2020

Esta frase va bonita para no sentir que estamos en el Día de la Marmota enfrentando neurosis con Bill Murray:

“El recuerdo narrado es producto de una selección, y por lo mismo va acompañado de silencios y olvidos. Quien recuerda procura crear una identidad consigo mismo que armonice con el pasado y el presente”, dice GerardoNecoechea Gracia en “Después de vivir un siglo”.

Porque a la pregunta ¿qué hice ayer? ya no le tengo respuesta. ¿Ayer, hoy, mañana? Puedo recordar un abrazo, un momento de juego, una salida absurda a ningún lado con nadie. Pero recordar, ahora, es como seleccionar emojis y llenar líneas sin decir soy este o soy aquel, así estoy, esto sueño. NADA DE ESO. Apenas un dedo arriba: Ok, hoy hay reunión, procuraré olvidar este silencio de nevada. Gracias al Diario recordaré al 2 de octubre como día turbulento, pero… ¿recordaré dónde dejé el Diario, cuál era el enlace, para qué lo escribí? Espero que alguien más lo lea y me lo recuerde.

lunes, 5 de abril de 2021

Diario docente en pandemia

 


Diario docente en pandemia

22 de marzo de 2020

Tenía uno de esos diarios en que se escriben cosas: del corazón, del mundo, de la vecina de enfrente. A comienzos de año me anoté ideas fenomenales, planifiqué maravillas, recordé encuentros pasados y los describí en detalle.

Cuando me entero de que no empiezan las clases pienso que hubiera preferido seguir anotando asuntos mejores que las noticias catastróficas pero como dice el escritor Pascal Quignard: “Somos una especie sujeta al relato […] Nuestra especie parece estar atada a la necesidad de una regurgitación lingüística de su experiencia”. Y agrega: “esa necesidad de relato es particularmente intensa en ciertos momentos de la existencia individual o colectiva, por ejemplo cuando hay depresión o crisis. En ese caso el relato proporciona un recurso casi único”.

Este diario empieza a ser una línea de emergencia.

12 de abril

Esa frase que cita Michèle Petit la anoté cuando vivía la primera gran incertidumbre sobre lo que iba a pasar, o mejor dicho, lo que no iba a pasar en el estar juntos del aula. 

Me parece potente como tantas pero olvido dónde quedan registradas y tengo, en cambio, una memoria privilegiada para captar la rutina de entradas y salidas de casa, de comidas y hasta de pasadas de los patrulleros por la cuadra (en verdad, solo hay un patrullero en el pueblo así que es tarea mínima). Así quedo atrapado en un presente continuo pero no el del idioma inglés: no puedo narrar ni un chiste de memoria sino que la realidad me supera con su humor negro.


25 de junio

En uno de esos foros académicos en que las peores tragedias educativas son causa de fascinación yo predico sobre la crisis del abrazo y entre escuchar “extraño esto y extraño aquello” o "hay cada vez menos estudiantes" cierro clases pidiendo té de yuyos para nadar a brazadas hacia la cama.

Cuando la angustia decae y los días enrollados son cada vez menos me doy cuenta de que en otras páginas anoto con microfibras siempre caídas de punta (¡cómo extraño el fibrón grueso en pizarra!) las urgentes aventuras de tantas vidas. 

Esas hojas son testimonios difusos que quedan en algunas páginas como cuadernos de primaria atravesados por goma y tinta alterna entre trazos barrocos, retorcidos, artificiosos. Pueden resumirse las líneas argumentales principales, tan testimonios micro como la fibra que las nombra desde el olvido y el dolor sordo hacia la causa común. Como dice David Voloj, hay en ellas una estructura narrativa de base (a alguien le pasa algo que resuelve de alguna manera):

- la profe salió del grupo: un viernes reportó un último estado desayunando, preguntaron los chicos y la Directora llamó; la Policía nada sabía pero un vecino que conocía al tío de un chico vio salir al ex de la profe con bolso y capucha que nunca usaba;

- un auto familiar quedó varado al chocar contra una barricada en un conocido paraje serrano. Buscando refugio, temerosos de las nuevas leyes, reciben ayuda de otra familia, kilómetros arriba por una quebrada. En el lugar hay abundantes víveres, se relajan y gozan la estadía: comen, beben, bailan. Pero una tarde les avisan que están siendo emboscados. Los que pueden se guardan, los visitantes adultos se van y se pierden en las nubes, los niños quedan en la casa. Son tres cazadores los que llegan primero. Un filántropo ecologista, unos personeros del emperador local, agentes planilleros. El rumor de la excesiva persecución corre hasta el pie de la sierra y el gobierno manda otra partida para buscar a los visitantes perdidos y a los cazadores que cayeron en su propia trampa;

- la profe habló sobre un escritor obsesivo y perfeccionista que, parado y asomado a una ventana sobre la calle, recita sus escritos hasta encontrar el sonido perfecto. Él siente que así pasa por su cuerpo la observación de lo social: esta batalla de novelista contra su tiempo sucede antes de que la cámara conquistara esa ilusión para sí misma. Ocurrio en Francia, en 186…, que mientras Gustave Flaubert escribía a su amada contándole cada momento de su creación encarnada muestra cómo la hegemonía heteronormativa había hecho lo contrario durante siglos: pasar por lo social la observación de los cuerpos ajenos, una forma de vigilancia moral. Observar, analizar y predecir, como rezaba la ciencia positivista en busca de más colonialismo. Para mi profe, “los juegos son fuegos sociales”, llamitas que encienden un camino bloqueado para las gentes del Sur, como nos llama Boaventura do Sousa Santos. Habla de juegos donde un dedo atraviesa multipantallas o juegos donde la colección de actividades para “estar en casa” se amplía y tensa narrando la propia historia con gestos y movimientos: todas formas de pasar por el cuerpo dormido lo social y lo personal en contexto de pandemia hasta que docentes-estudiantes vuelvan a verse las caras sucias, las manos en la masa del saber transformador.