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sábado, 18 de mayo de 2019

Hoy la escuchaba

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Hoy la escuchaba a la profe e imaginaba una escena (reunión) en que se expande la bestia (poder) magnífica (verdad) de las sociedades (territoriales) postindustriales (del deseo). Entre paréntesis pensaba: parece que no hay poder que se resista al dominio lingüístico y, en su investidura, no invoque una forma del decir, muchas del callar.
A veces es un poder muleto, contraído, terco, que se atreve a decir en balbuceo la guerra (caldo de cultivo para la cresta de la ola). Y ahí aparecería la ironía del contrapoder: su violencia repartida (palo a palo). Pero hay más caminos en las viñas, Sr. David: también podría emerger la parálisis de la meta-crítica desarticulada (cavando fino, hilando hondo).
No menor sería la afluencia de una pacífica galería de variedades: artísticas del cuerpo total fluyendo; práxis en culturaleza campecha (ya se sabía, todo dicho); solidaridades del momento justo (que choque, que encuentro, que tiemble entero el Centro).
A veces, un registro menor, un esfuerzo de letras apretadas (digitopuntura entre plaquetas reseteadas) podría oír el balbuceo y actuar entre espodumeno (mineral) y acta (fibra de eucalipto), entre café (puñados de arcilla) y risitas (quarks de lujo), un foro donde la tramoya montara su templo y desmontara a su dios o, al menos, que en el paso al costado la profe en acecho no peinara cabezas ni dictara corazones sin tender el alma a los dioses.

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