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miércoles, 27 de noviembre de 2019

El cuerpo obrero. La voz anterior



Cristal sobre letra roja, cuadro, entrada de flauta y silencio sobre fondo negro, pero en pantalla dividida van los títulos. Huellas, pistas podridas, recortes, escamoteos, fintas, puertas, rollos, rollos y más rollos de intriga.

Acá se acaba el misterio: así se filman una serie o diez, para vivir lo que no viviré de la oficina para afuera, de la boca para adentro y bis.

Sobre esa herida de silencios sustitutos ladra un perro. Primero creo que repite un canto o pacto de comunicación ancestral; el ladrido evoca y renueva un pedido, una alegría, una amenaza. No.

Después creo que a lo mejor ladra llamando a humano o traduce como lenguaraz entremundos: "#vereda opuesta #perro blanco #hambre #carencia de alimento #indigno dueño". No.

Finalmente hegeliano, me creo una versión menos eficiente y salgo a la calle o asomo a la ventana. Nada averiguo. Son rollos y más rollos sin develar de intriga.

Pasan los días, practico ladridos y escribo a coro con otros perros. No descanso en la búsqueda. En algún túnel de la cueva mi voz de perro me guiará sin intriga. Con la lengua de mi tribu, con la boca como viento que encuentra huelga respiraré las huellas de un camino anterior. No habrá serie ni remate efectista, solo una última imagen con el cuerpo en marcha y la lengua afuera.

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